La atemporalidad de Cien años de soledad

Título: Cien años de soledad

Autor: Gabriel García Márquez

Editorial: Penguin Randon House

Páginas: 400

Precio: 24,90 euros

Puntuación: 5 de 5.

Sinopsis: Mito por derecho propio, saludada por sus lectores como la obra en español más importante después de la Biblia, Cien años de soledad cuenta la saga de la familia Buendía y su maldición, que castiga el matrimonio entre parientes dándoles hijos con cola de cerdo. Como un río desbordante, a lo largo de un siglo se entretejerán sus destinos por medio de sucesos maravillosos en el fantástico pueblo de Macondo, en una narración que es la cumbre indiscutible del realismo mágico y la literatura del boom. Alegoría universal, es también una visión de Latinoamérica y una parábola sobre la historia humana.


Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.

Me atrevería a decir que esta cita es una de las más conocidas de la historia de la literatura. Con ella empieza Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, una novela que marcó el siglo XX, denominada el Don Quijote de Sudamérica y se erigió como uno de los máximos ejemplos del surrealismo mágico.

Poco se puede decir de esta novela que no se haya dicho ya. En ella leemos la historia de la familia Buendía-Iguarán, que empieza con José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, los cuales se casan siendo primos a pesar de las advertencias de que, por el cruce de sangre, solo pueden salir engendros en vez de personas. Ambos inician un viaje buscando el mar, donde José Arcadio quiere instalarse, pero tras veintiséis meses de travesía, desisten y deciden instalarse en una zona cerca del río. Así es como nace Macondo.

Ella encontró siempre la manera de rechazarlo porque aunque no conseguía quererlo, ya no podía vivir sin él

Después lo que leemos son las desventuras de las seis generaciones de esta saga familiar. Conoceremos sus tragedias, amores y desamores, milagros, incestos, revoluciones, desapariciones, condenas y obsesiones. También encontramos algunos elementos conocidos sobre política, sociedad o guerra.

En cualquier lugar que estuviera, recordaran siempre que el pasado era mentira, que la memoria no tenía caminos de regreso, que toda primavera antigua era irrecuperable, y que el amor más desatinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera

Cien años de soledad se publicó el 5 de junio de 1967 y en el año 2017, para conmemorar el medio siglo desde que llegará a las librerías, la editorial Penguin Random House elaboró una preciosísima edición muy especial. Por un lado, la tipografía con la que se imprime este libro fue creada por Gonzalo García Barcha, hijo de Gabo, demostrando así una gran atención al detalle y cuidado con el que se ha preparado esta edición.

Inicio de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. Fuente: Jara Bravo.

Por otro lado, cuenta con las maravillosas ilustraciones de la artista chilena Luisa Rivera, que representan escenas concretas de la historia y que tienen perforaciones en forma de gota (refiriéndose al episodio de la lluvia que asoló Macondo durante años). Poner imágenes a una novela como esta, llena de referencias, simbolismos y magia puede ser una tarea complicada e incluso imposible.

Sin embargo, Luisa Rivera ha sabido captar los detalles y la esencia de la historia, complementando perfectamente la narración. Además, a parte de las ilustraciones, esta artista también diseño la cubierta, las letras capitulares del principio de cada capítulo y el árbol genealógico que aparece en la primera página, que nos ayuda a situar a todos los miembros de esta familia a lo largo de los años.

Escarbó tan profundamente en los sentimientos de ella, que buscando el interés encontró el amor, porque tratando de que ella lo quisiera, terminó por quererla

Para mí el tema estructural que guía a los diferentes personajes y sus vidas es el que aparece en el título: la soledad. José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán no tuvieron hijos con colas de cerdo ni engendros, pero todos ellos cargan con la maldición de la soledad, la perturbación interior y el nunca estar en paz consigo mismos.

También si esta novela fue una obra maestra es por el realismo mágico. Gabo creo un mundo donde fantasía y realidad son compatibles y conviven de forma creíble. Por eso vemos a muchachas que levitan y desaparecen de repente mientras se dan un baño, muertos que vuelven para hablar con los vivos, la epidemia de insomnio que se contagia o la lluvia incesable que cae durante cuatro años. A pesar de que son situaciones imposibles en nuestro mundo, el lector se los cree y acepta esa realidad.

Una de las ilustraciones de la nueva edición de Penguin Random House. Fuente: Jara Bravo.
Árbol genealógico de la Familia Buendía. Fuente: Jara Bravo.

En lo que se refiere a los personajes Gabriel García Márquez realiza un excelente trabajo de profundización de la psique, representando a seis generaciones de personas, todos distintos de los otros, con características muy personales. A pesar de la cantidad, Márquez no descuida la calidad. Y no sólo eso sino que convierte en personajes a cosas que en la literatura tradicional no podrían serlo, como Macondo. El pueblo donde surge esta familia es un personaje más de la historia, que observa la transformación y evolución los Buendía y del mundo, manteniéndose al margen de ellos.

Había perdido en la espera la fuerza de los muslos, la dureza de los senos, el hábito de la ternura, pero conservaba intacta la locura del corazón

Con esta nueva versión, limpia y mejorada a nivel de diseño y con unas ilustraciones que no hacen sino complementar el surrealismo y magia de la obra, redescubrimos este clásico cincuenta años después de su publicación. Y quizá esa es la magia de Cien años de soledad y de García Márquez: que es una obra atemporal, que cualquier generación puede disfrutar, porque a pesar de hablar de hechos increíbles y situaciones extravagantes, al final trata temas tan sencillos y universales como la familia, el amor o la lucha por ser uno mismo.

Uno no se muere cuando debe, sino cuando puede

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