Pandora: el relato misógino de los males del mundo

De todos los personajes femeninos ficticios o legendarios, Pandora es uno de los que más presente está en el imaginario colectivo, especialmente por su vinculación con una caja. Fue la primera mujer para la cultura griega y, como Lilith, nació del barro por deseo de un dios.

En su caso, fue Zeus quien encargó a Hefesto, dios de la forja y el fuego y el herrero de los dioses, que creara a la primera mujer como castigo para los humanos; Prometeo acababa de robar el fuego del carro de Apolo para entregarlo a los humanos y, aunque ya había sido condenado, los dioses estaban furibundos con su atrevimiento.

Pandora de Alexandre Cabanel. Fuente: Wikipedia.

Hefesto, con la ayuda de Atenea, la moldeó con todos los atributos y virtudes de las diosas del Olimpo y con apariencia humana. Después, todos los dioses le otorgaron alguna habilidad o don, como una gran belleza o gracia.

De todos ellos el que será importante para la historia de Pandora será Hermes, el dios más astuto y perspicaz, que le entregó la mentira, la seducción y el carácter inconstante.

Una vez acabada, Zeus la entrego a Epimeteo, hermano de Prometeo y responsable de otorgar rasgos positivos a los animales (se dice que fue tanto su fervor que se olvidó de dar virtudes a los hombres), junto con una cajita que contenía todos los males del mundo y que no se debía abrir bajo ningún concepto.

Pandora de Dante Rossetti. Fuente: Wikipedia.

No obstante, la curiosidad de Pandora fue superior al mandato divino y acabó abriendo la caja. De ella escaparon todos los males: el odio, la codicia, la envidia, el dolor, la enfermedad, el hambre, la pobreza, la guerra y la muerte. Para cuando pudo cerrar la caja, dentro solo quedaba la esperanza.

Este acto hizo que los humanos la rechazaran por desobedecer a los dioses. Los mismos humanos que habían celebrado la llegada del fuego robado de Prometeo. Observando el origen y desarrollo de Pandora parece obvio que su historia está manchada por la misoginia de la cultura griega antigua.

Primero, se plantea a Pandora como un objeto para maldecir a la raza humana. Como si las mujeres fuéramos un castigo a la altura del águila que devoraba el hígado de Prometeo. A continuación, se la adereza con un carácter “conflictivo”, muy parecido al que se asocia a Lilith en la cultura judeocristiana.

Después, nos hacen responsables de toda la maldad del mundo por abrir una caja que Pandora no pidió. Y por último, la moraleja final es que el mal puebla el universo porque ella desobedeció el mandato de un hombre.

Así, con este relato, igual que con el de Eva y otros muchos personajes, se crea un imaginario en el que la mujer es la culpable de todo cuando se sale del papel y el rol que el sistema le impone. Es una forma de justificar la desigualdad que durante años las mujeres sufrieron y seguimos sufriendo. Es una especie de advertencia, “si te sales de lo que se espera de ti, la humanidad caerá”.

Estos relatos y el maltrato a estas figuras siempre quedara como prueba de cuán profundas y alargadas son las raíces del patriarcado que se encargó de que en cada cultura y país hubiera un relato que nos culpará para poder controlarnos y dominarnos.

Por suerte, hoy en día el feminismo ha permitido romper con estas ideas y revisitar todos estos mitos, dándonos cuenta del mensaje misógino subyacente y aprendiendo a valorar, precisamente, aquello que quisieron que odiáramos: nuestra libertad.

Pandora de William-Adolphe Bouguereau. Fuente: Wikipedia.

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