Olympe de Gouges: la revolucionaria por los derechos de la mujer

El 14 de julio de 1789 tuvo lugar uno de los acontecimientos que cambiaría el devenir de las sociedades y sistemas europeos de los siglos siguientes: el pueblo de París asaltó la fortaleza de la Bastilla, símbolo del absolutismo monárquico y todo lo despreciable del Antiguo Régimen. Este fue el inicio de la Revolución Francesa, un conflicto social y político que acabó con el feudalismo y el absolutismo en Francia, asentó las bases de la democracia moderna y abrió nuevos horizontes políticos basados en la soberanía popular.

Olympe de Gouges. Fuente: Wikipedia.

Uno de los resultados más destacados de esta revolución fue la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, un documento que establecía las bases morales y políticas de los ciudadanos y que condicionó la aparición del Estado de Derecho. Aunque es cierto que antes de esta declaración ya se habían proclamado los derechos del hombre en los Estados Unidos, con la Declaración de Derechos de Virginia en 1776 y la Constitución de los Estados Unidos de 1787, la declaración francesa fue la primera en revolucionar los derechos del hombre y sirvió como base e inspiración para todas las declaraciones de los siglos XIX y XX.

Sin embargo, a pesar de su innovación y reivindicación, al leerla punto por punto te asalta una pregunta: ¿Dónde están las mujeres? Esto mismo debió preguntarse Olympe de Gouges, escritora, activista y filósofa, ya que fue la primera en alertar de que la Declaración, por muy innovadora y reivindicativa que fuera, excluía a la mitad de la población. Ninguna de sus bases hacía referencia a las precarias situaciones laborales y sociales de las mujeres.

Con el objetivo de emendar esta falta, Olympe de Gouges escribió la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana (1791), uno de los primeros documentos históricos que plantea y defiende la igualdad jurídica y legal de las mujeres respecto a los hombres.

Cuando Olympe era Marie

Para entender que la llevo a escribir esa declaración hay que comprender su historia: Marie Gouze, su nombre real, nació el 7 de mayo de 1748 en Montauban. Hija de Anne-Olympe Mouisset y Pierre Gouxe, vivió una infancia sencilla y recibió la educación elemental común para las mujeres de la época.

Olympe de Gouges.

Cuando acababa de cumplir los 17 años, sus padres la casaron con Louis-Yves Aubry, diez años mayor que ella y dueño de una taberna. Aunque se sabe muy poco de este matrimonio, se ha asumido que Marie no fue feliz, ya que denominó el matrimonio como la “tumba del amor”. Tuvieron un hijo, Pierre, y cuando este cumplió un año, Louis-Yves Aubry falleció.

Tras esto, Marie tomó la pequeña fortuna que había ahorrado con su marido y viajó a París para darle a su hijo una educación decente. Fue entonces cuando decidió cambiarse el nombre por Olympe, en honor a su madre, y añadir un “de” a su apellido, como símbolo de esa nueva vida que comenzaba.

Una mujer comprometida con su tiempo

Olympe se esforzó mucho para formar parte de la élite parisina. Estudió para adquirir los conocimientos que le habían faltado y pidió ayuda a un amigo de la familia Lefranc de Caiz de Lisle (del cual se decía que podría haber sido su verdadero padre) para introducirse en los salones de la época.

Poco a poco, esta mujer se ganó una pequeña fama como escritora de obras de gran contenido social, como Reflexiones sobre los negros (1788) y El mercado de los negros (1790). Un poco más tarde decidió convertir sus escritos en obras teatrales y estrenó Zamore y Mirza o el feliz anufragio, que fue rebautizada como La esclavitud de los negros.

Con ellas pretendía concienciar al público sobre las injusticias y penurias de las personas de color y la sinrazón de la superioridad de la raza blanca. Además, en lo personal, se vinculó con círculos de la masonería y fue miembro del Club de los Amigos de los Negros, que defendían una política antiesclavista.  De hecho, se considera que de Gouges fue la primera abolicionista real.

Viñeta que representa a Olympe de Gouges y algunas de sus ideas más conocidas.

Esto supuso que, desde su llegada a París, se colocará en una posición incómoda y peligrosa, ya que muchos sectores de la sociedad francesa se habían enriquecido gracias al tráfico de esclavos y el ambiente era tenso entre las distintas facciones políticas y sociales. De hecho, llego a pasar temporadas cortas en la cárcel.

Cuando estalló la revolución, se alienó con los girondinos, la facción más moderada, y publicó obras como Carta al pueblo o proyecto de una Banca patriótica, publicada en el Journal Géneral de France, en la que proponía una serie de medidas para mejorar la economía del país.

Sobre sus escritos cabe destacar que Olympe era muy consciente de su falta de cultura y conocimiento. Había aprendido a leer y escribir a duras penas y su lengua materna era el occitano, lo que provocaba que su francés estuviese lleno de faltas de ortografía y estructurales. Tampoco conocía figuras retóricas o las características básicas de los distintos géneros literarios. Aún así, logró fascinar a sus lectores con un ingenio y espontaneidad únicos, que suplían con creces cualquier otra carencia estilística.

Los derechos de la mujer

No obstante fue su Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana la que llevaría su nombre al estrellato y en un referente feminista. Para Olympe, igual que lo había sido para Mary Wollstonecraft, era inaudible que la revolución y las declaraciones surgidas de ella no tuvieran en cuenta los debates y reivindicaciones tratados en los salones de discusión femeninos.

¿Por qué sus camaradas revolucionarios sí defendían los derechos de los oprimidos pero no los derechos de sus compañeras? Como ella misma dijo, “si la mujer puede subir al cadalso, también puede hacerlo a la tribuna pública”.

Imagen de la Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana de Olympe de Gouges. Fuente: Wikipedia.

Fue así como, buscando el universalismo que debería haber contemplado la Declaración original y con una voz fuerte y contundente, puso en papel todas las reivindicaciones de las mujeres. En la introducción de este manifiesto, Olympe se presenta como la portavoz de todas las madres, hijas, hermanas de la Asamblea Nacional, constituida durante la revolución. En su primer artículo declara que la mujer “nace libre y permanece igual al hombre en derechos”.

A continuación seguían diecisiete artículos cuyo trasfondo era el mismo: asentar la igualdad entre hombres y mujeres en todos los aspectos de la vida pública y privada a través del derecho al voto femenino, el acceso al empleo público y la vida política, poder poseer y gestionar propiedades, poder formar parte de las fuerzas armadas, tener derecho a igualdad fiscal y la educación y ser igual que el hombre en los ámbitos familiar y eclesiástico.

También destaca el hecho que no solo expuso algunas de las medidas necesarias para acercar la igualdad a la sociedad francesa, sino que apeló a las propias mujeres: “Mujeres, despertad. Reconoced vuestros derechos. ¿Cuándo dejaréis de estar ciegas? ¿Qué ventajas habéis obtenido de la Revolución?”.

Aunque pueda parecer algo sencillo y obvio, el hecho de que llamara a la acción y la organización de la población femenina indica que buscaba una concienciación y un despertar. Su compromiso con los derechos de la mujer fue tal que se dirigió a la reina María Antonieta para solicitar la protección de las mujeres.

Condenada y acallada

Su intención fue que la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana fuera decretada por la recién estrenada Asamblea Nacional Constituyente. Pero no la escucharon. Aquellos que habían llevado la primera revolución moderna y habían asentado las bases para un sistema democrático más justo e igualitario, no quisieron escuchar sus reivindicaciones sobre los derechos de la mujer. Este rechazo se transformó en infamia cuando, al proclamarse la República en 1792, la facción revolucionaria encabezada por Robespierre y Marat llegó al poder y decidió acallar la voz de Olympe para siempre.

Ella, sabiéndose perseguida, huyó y se refugió en el valle del Loira, pero durante un traslado para publicar Las tres urnas o la salvación de la Patria, fue detenida. A pesar de ello, su lucha continuó: desde su celda, de Gouges reclamó tener un juicio justo y poder defenderse frente a un tribunal. Ante las negativas y gracias a antiguos compañeros libros, publicó dos panfletos Olympe de Gouges en el tribunal revolucionario y Una patriota perseguida, los cuales tuvieron una amplia difusión.

Dibujo de Olympe de Gouges siendo dirigida a la guillotina. Fuente: Wikipedia.

Sin embargo, no sirvió para nada. Fue llevada ante el tribunal revolucionario, que le negó el derecho a un abogado y tuvo de defenderse ella misma, y aunque lo hizo con inteligencia y grandes argumentos, no consiguió cambiar la opinión de los partidarios de Robespierre. Fue condenada por apoyar los principios girondinos y defender un estado federado. Fue asesinada por la guillotina durante el amanecer del 3 de noviembre de 1793.

Legado póstumo

Como la mayoría de las mujeres notorias a lo largo de la historia, la voz y verdad de Olympe tardó mucho en escucharse. Al poco de haber sido ejecutada, su hijo Pierre Aubry renegó de ella para salvarse de la guillotina y su manifiesto quedó olvidado, relegado a un simple panfleto de una reaccionaria, hasta bien entrado el siglo XX.

Cuando acabo la Segunda Guerra Mundial, su figura empezó a recuperarse como una de las grandes humanistas de finales del siglo XVIII y en 1989 se le rindió homenaje en los actos del bicentenario de la Revolución Francesa. Desde entonces su obra se hizo conocida: sus obras de teatro comenzaron a ser representadas y sus libros reeditados. Además, usaron su nombre para bautizar colegios, institutos, plazas y calles.

Olympe de Gouges puso el foco en los derechos y libertades de las mujeres en una época convulsa y conflictiva que le costó la vida. Se atrevió a defender lo que creía justo y denuncio como la Revolución no era más que otra forma del mismo sistema opresor. Ella inicio una lucha que debe continuar hasta hacerse realidad.

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